Las noches ya no son tan oscuras como las de hace unos años,
ha de ser un tremendo farol que han puesto fuera de la ventana de mi
habitación, que inunda de una luminosidad como de claro de luna. Las noches ya
no son tan silenciosas, o mis noches comienzan más tarde, donde ya los pájaros
madrugadores desbordan los sonidos y no dejan dormir a quién ahora escribe lo
que se le viene a la cabeza…
Las mañanas son más agotadoras que antes, el cuerpo siente
una atracción obsesiva por quedarse en el lecho antes nupcial. Ha de recordad
cuando las caricias de una extraña viajaban por si.
Los despertares fueron traumáticos, muchas veces las
lagrimas caían solas, ahora los despertares son sin sabor aparente, muchas
veces la primera imagen que a la mente se viene puede ser un poco
desconcertante, pero luego está todo bien, eso repite el espíritu que intenta
separar el cuerpo de su lecho, antes nupcial…
Los amigos siguen siendo los mismos, yo sigo siéndolo, un
poco a ratos, a veces no, a otros tantos me siento diferente, a veces solo
quiero correr, y que cada paso avanzado esté un poco más lejos de esos
fantasmas que me arruinan mis sueños, y arman mis pesadillas.
La nostalgia en las tardes cansadas se hace presente, la
música no ayuda demasiado, son ríos que corren solos, y que hay que ser muy
terco para intentar detenerlos, porque las imagines de sensualidad perdida de
aquellas que pasaron por mis brazos se hacen latente con cada canción, cada
mujer una canción, sinfonía de gemidos, placenteros y dolorosos, a momentos
juntos, a momentos por separado, extrañas locuciones de animales en mi cabeza,
donde soy fiera donde soy presa…